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  1. No te mees encima

    12 ago 2012

    Personalmente, no sabría decir mucho de Miguel Delibes, más allá de simples indagaciones en wikipedia sobre su dilatada carrera novelística y su plaza en la Real Academia Española. No he leído otro libro de él que no sea El Príncipe Destronado, del que voy a vertir mis reflexiones más pequeñas y cariñosas. Es el primer libro que leo en dos estadios bien distintos de mi vida: pubertad y e incipiente madurez. Cuando lo leí con 13 años no reparé en la discusiones casi enfermizas de los padres, en la negligencia intencionada de las criadas o la desidia que muestra la Domi con Quico. Ahora, con 23, toda esta vorágine familiar me resuena muchísimo, como comprimida debajo de un revestimiento pueril.

    El Príncipe Destronado es un concepto recurrente y literalmente repetido en la novelita, además de ser un título meridianamente claro, para pequeños y grandes. Me hacen gracia las referencias a la España antigua tardofranquista, con La Conquista del Oeste y los cromos (que siempre tanto nos han enzarzado en búsquedas desesperadas), el ColaCao y los Chupachups, enmarcados en una familia fuertemente paternalista y de carácter conservador. 

    Además, en infinidad de veces, se reprende a Quico, el príncipe destronado, por repasarse, es decir, por mearse encima. A lo largo de la vívida descripción que Quico hace de su familia (en cierto modo el narrador es externo pero no omnisciente, y el léxico de Delibes adereza la visión reduccionista e ingenua de un niño de 4 años) vemos a Pablo, el primogénito, que tiene miedo de enfrentarse a su padre y decirle que no, algo en lo que su madre decide ayudarle. Vemos asimismo las tentativas de las criada Vito para besarse con el Femio a escondidas, algo que sorprende a Quico y lo ve como una mordedura vampírica. La madre de Quico es descrita como la bata blanca de flores, acertado recurso que magnifica la visión caprichosa y sesgada de los niños. El padre mata a muchos malos en la guerra y sus hermanos son testigos de la pasividad alarmante de un padre mezquino con su mujer y ausente. Todo esto descrito con todo lujo de detalles, pero bajo el tamiz de Quico, el príncipe destronado de cuatro años que mucha faena tiene ya para recuperar su posición otrora triunfante, usurpada por su hermanita de un año.



    La madre de Quico se siente derrotada y le mortifica pensar cómo será Quico de mayor, mientras mantiene una relación con otro hombre:

    -Lo malo es luego -dijo-, el día que falta Mamá o se dan cuenta de que Mamá siente los mismos temores que sienten ellos. Y lo peor es que eso ya no tiene remedio.

    El Príncipe Destronado es, sin duda alguna, el paradigma de la lectura madurativa, la lectura por fases que se van superponiendo, desde el niño que se siente marginado hasta la familia desestructurada y envenenada por la desidia del conservadurismo. Un libro que hay que leer, como mínimo, dos veces. No quisiera yo acabar diciendo estas palabras de la madre apática:

    -Lo nuestro hace años que ha terminado -señaló a Quico con la barbilla- pero están éstos y hay que fingir. Mi vida es una comedia.



  2. Survival

    10 ago 2012

    To be cast away, forsaken, very far away from the very civilization: that is what happened to poor Robinson Crusoe. Time passes by and the wretched things seem to be really evident to him while the good ones are just obligatory needs. When one reads Defoe's tale of double moral and religious repentance, destiny itself is put into question: whether our lives are just the lesser intricacies of an allmighty God or the result of unexpected causality is something far beyond the capabilities of Crusoe:

    Thus my fear banished all my religious hope; all that former confidence in God, which was founded upon such wonderful as I had had of His goodness, now vanished; as if he that had fed me by a miracle hitherto, could not preserve by his power the provision which he had made for me by His goodness.

    His confidence in divine protection is wiped away and now his seeing a group of merciless cannibals is the same as waking up from a never ending dream. Once his fear overcomes his faith, reality shows its innermost fangs. Cannibals will discover him and devour him, feasting with the flesh of a Christian, being this one of the most horrid experiences Crusoe has ever imagined. Now he is the God, now he will kill them in the name of God, which should remind us of the Crusaders who relied on faith to label their slaughter as righteous. Remorse invades Crusoe's mind when he is devising his plan to kill the cannibals:

    [...] what authority or call I had to pretend to be judge and executioner upon these men as criminals, whom Heaven had thought fit for so many ages to suffer unpunished to go on, and to be, the executioners of His judgements upon one another; also, how far these people were offenders against me, and what right I had to engage in the quarrel of that blood which they shed promiscously one upon another. I debated this very often with myself thus; -How do I know what God Himself judges in this particular case? It is certain these people do not commit this as a crime, it is not against their own consciences reproving, or their light reaproching them. They do not know it to be an offence, and then commit it in defiance of divine justice, as we do in almost all the sins we commit.  They think it no more a Crime to kill a Captive taken in War, than we do to kill an Ox; nor to eat human Flesh, than we do to eat Mutton. 




    It is therefore by his own musing that Crusoe, the righteous Christian under God's blessing, reaches a conclusion far beyond Christian justice: that Cannibals are not sinners at all, that the one who kills today cannot blame the other who kills tomorrow. Is there sin, God's surveillance, anything related to repentance? No, only nature's atavistic drive... To survive.

    Quotes taken from Collins Classics 2010 edition, pages 133 and 146.