Retomamos el ritmo del blog juntamente con el inicio del nuevo curso, por mucho que al fin y al cabo sea un inicio meramente simbólico, pues servidor nunca tuvo vacaciones en lo que al campo artístico y académico concierne.
A veces es bonito dejarse llevar por los recuerdos que te traen de vuelta a uno de tus quehaceres más placenteros: jugar a los videojuegos en una consola portátil, sentado en el sofá vetusto y sabio de casa, acurrucado en aquel rincón insondable. Corría el año 2000 cuando mi hermano trajo una Game Gear prestada, acompañada de una ristra de juegos nada desdeñable: entre ellos se encontraba el "clon" incomprendido de Tetris: Columns.
Columns no deja de ser un juego-sucedáneo de todos los juegos de puzzles que había en la época (1991). Obviando lo repetitivo de su mecánica de juego (alinear columnas de 3 o más piezas horizontal, vertical o diagonalmente), hay un motivo que me impulsa a retratar concienzudamente este videojuego. No es otra cosa que su música. Una Game Gear, aparato ligeramente superior a la media ofrecida por las consolas portátiles de la época, podía transmitir simplemente aquellos pitidos tan exclusivos de los videojuegos de los 80 y principios de los 90.
A veces dicen que no hay que complicarse para que algo resulte efectivo. Ni más ni menos. Empezamos con la pantalla de título, seleccionamos modo de juego y disfrutamos de la caída libre de las piezas. Recuerdo que con mis 12 años siempre me fasciné por el grado, inusitado, de detalle que podían ofrecer algunos videojuegos. Fijémonos en la música, relajante y lenta (algo que más tarde se justifica totalmente), en el paisaje, que nos recuerda quizás a una ciudad soñada, una tierra prometida... (Aunque en algunos casos se refieren a ella como una ciudad de Oriente Medio). Y sobretodo, el tiempo que discurre poco a poco. El tempo, incesante, aumenta, y nos recuerda a veces lo efímero que es el momento, el retrato, ello.
La mecánica siempre era la misma. Pero precisamente por eso lo jugaba. Aun siendo una actividad ritualista, cada tarde echaba una partida después de merendar y me imaginaba cómo sería aquella ciudad. Cada día era igual, pero al mismo tiempo diferente. Quizás un placebo, o quizás una irrefrenable necesidad. Pero al fin y al cabo, es como vivir una vida anhelando encontrar algo más allá.
En términos tecnológicos, la Game Gear ha sido superada con creces, pero me cuesta creer que asimismo lo haya sido la magia de algunos de sus videojuegos.
Me encanta la idea de imaginar cómo sería la ciudad, me ha gustado ver en el vídeo cómo va pasando el día y se hace de noche en esa ciudad. Cierto que dan ganas de escaparse a ese lugar. Me pasó algo parecido con el Rad Racer. En una fase nocturna, se ve la ciudad del horizonte a la que parece que no llegamos nunca. ¿Cómo será?... El horizonte se escapa continuamente, no se puede atrapar :)
No me imaginaba que la música del Columns fuera tan interesante. Tetris también daría mucho que hablar por muchas razones. Creo que en Superjuegos Xtreme le dedicaron un reportaje.
Muy bueno el final del texto, Go :)
Te agradezco el comentario, Equilibrista. Me agrada saber y me consuela en cierto modo que hayas pasado por una sensación similar con otro videojuego, y además uno de 8 bits; me hace gracia porque aun con los videjuegos más rudimentarios éramos capaces de emocionarnos más allá de lo que nos mostraban.
El horizonte es para mí como un recurso muy empleado en los videjuegos, en tanto que son narraciones espaciales.
Gracias, man, me acabas de dar una idea para futuras entradas. ;)